Teotihuacán (México) y Teruel
(España) son de esos lugares que poseen magia, además de arte e historia: Son
de esa especie de sitios en los que,
sin que se sepa muy bien por qué, se intuye que son especiales, distintos de los
demás, quizá sea porque en ellos uno se siente divinamente o, como se diría coloquialmente, aquí se está como dios. Trataré de
profundizar en esas cualidades que poseen determinados espacios capaces de provocar ése bien estar a los individuos que
los transitan o habitan, experimentando en ellos sensaciones de equilibrio, de
armonía, de conocimiento, de disfrute e incluso, quizás, de felicidad. El
propósito consiste en comprobar que el espacio
sensitivo es algo más que una utopía.
Tomo como punto de referencia a
Teotihuacán y a Teruel. Salvando el tiempo y la distancia, ¿qué las une para
argumentar que ambos son espacios sensitivos
que, bajo mi percepción, ambas ciudades poseen? Trataré de aproximarles a
ellas con la, casi inocencia, del inmenso público que anualmente las visita,
con el deseo de averiguar e incluso de comprobar, si la emoción que en ellas se
experimenta, guarda relación con el "in crescendo" de esa atracción
que ejercen sobre los individuos.