Dibujo realizado por Mercedes Bueno inspirado en el original de Francisco Fuertes.
Percibimos en la obra de Francisco Fuertes (Singra, Teruel,
1946-1994) reminiscencias al cubismo tradicional, por los siguientes motivos:
En su obra expuesta en Museo de la Diputación Provincial
de Teruel, titulada Árboles, Rocas,
Paisajes trata la
Naturaleza, en la que la perspectiva tradicional también ha
desaparecido, representando el objeto en un mismo plano, sirviendo una vista a
cualesquiera otras vista del objeto, no existiendo un único punto de vista. No
hay sensación de profundidad y los detalles, como las hojas de los árboles,
desparecen. No existe el color, predominando el monocromatismo de la primera época
cubista.
En la obra de Francisco Fuertes, como en la de Cezanne, se
ha intentado representar los volúmenes sobre la superficie plana del lienzo de
una manera nueva, tendencia esta que siguieron los cubistas, apareciendo una
nueva figuración, densa y sólida de lo representado, totalmente separada de las
tendencias impresionistas.
La más que probable influencia del cubismo parisino en su
obra, que tomaba inspiración en las áridas esculturas africanas, Francisco
Fuertes pudo digerirla hasta realizar su propia transformación, una nueva
lectura reinterpretada bajo su visión personal.
En el blog de Antón Castro se cita un artículo redactado por
él mismo publicado en Heraldo de Aragón, en su sección “Rituales de sol”, sobre
una entrevista que le fue realizada a Francisco Fuertes y que no fue publicada,
rescatada ahora por su familia y el Centro de Estudios del Jiloca, manifestaba:
“Me gustan los árboles. Y con bastante frecuencia hago dibujos sobre árboles
que no existen en la realidad. (…) cuando han pasado unos días y miro aquellos
dibujos, me hacen ver con una gran claridad sentimientos en un momento dado han
existido en mi interior”. Es manifiesta, bueno, no, me atrevo a presumir que la
ausencia del hombre en la obra de
Francisco Fuertes es sólo aparente. En otra manifestación suya afirma: “Si yo
me encontrara a gusto en la sociedad que me toca vivir, pues, posiblemente,
pondría a alguno de sus miembros en mis cuadros. Pero, como detesto esta
sociedad, mis cuadros se convierten en un espacio donde no entra el hombre,
sino el espíritu”.
Ésta es la percepción que hemos tenido al contemplar la obra
de Fuertes con detenimiento, un detenimiento contemplativo de sus árboles donde
aparecen mimetizadas figuras humanas torturadas que claman al cielo con sus
manos y brazos abiertos, como si fuesen ramas pétreas en cuyos extremos aparece
una nebulosa que se desliza entre ellos.
Que en sus dibujos hay desgarro y dolor es más que evidente
y que en ellos ha quedado impreso para siempre el sentimiento interior -desgarrado-
que el artista dice expresar en ellos. Así es como se queda la piel cuarteada
por muchas horas de exposición inclemente al Sol, como la corteza de esos árboles-roca
de Fuertes. Figuras que se contorsionan y que sufren, quizá por la incomprensión,
que remiten a los monstruos de los torturados días del más grande entre los
grandes: Goya.
También encontramos relación con la característica anteriormente descrita, con la parte de obra realizada por el artista Alejando Cañada (Oliete, Teruel, 1908 - Zaragoza, 1999) en la Serie Retratos realizada en la década de 1970, cuyas texturas, en algunos de ellos, son pétreas y de corteza de árbol.